En un principio mi padre no estuvo muy conforme con la idea de llevarla a un naturópata, tras dos horas de consulta mi madre salió por esa puerta agradeciendo como podía las esperanzas que le había puesto en su camino el médico y mi padre estaba empezando a ver las cosas de otra manera, consintió en seguir sus consejos.
Los tres primeros días no fueron relevantes, más o menos continuó en la misma dinámica, cursó con algunas décimas, la barriga algo más suelta (ahora sé que era debido al proceso de detoxificación al que se estaba enfrentando su cuerpo, ya lo explicaré con más detenimiento) pero nada reseñable.
El cuarto día. Sorprendentemente la voz de mi madre comenzó a vibrar con más fuerza, su cara empezaba a encajarse, mejor color... Nos mirabamos los tres con ojos de esperanza sin querer anticipar nada pero ansiosos ante nuestras espectativas.
El despertar del quinto día. Amaneció como cualquier otro día, pero este no era un día cualquiera. Al llamar a mi madre por teléfono supe que ibamos por el buen camino, y no sólo yo, nuestra familia al escucharla se sorprendía por el tono alto , enérgico y fuerte de su voz. Al llegar a casa a medio día mi madre estaba de pie, en la cocina haciendo la comidita. Antes no podía ni llegar al aseo y había sido capaz de estar el tiempo necesario para tener la comida lista. Estaba cansada por el esfuerzo, normal si contamos con que el último año lo había pasado encamada, sus músculos habían perdido el tono y ahora toca recuperaralo, pero era capaz de hacerlo.
Del sexto día en adelante, con sus 3 cápsulas de frutas, bayas y verduras por la mañana y tarde, y sus batidos igualmente naturales, la evolución ha sido de libro.
Ahora podemos salir de casa, hoy mismo hemos quedado para comer fuera, luego iremos a comprar cosas que yo necesito, por supuesto mi madre se viene, y la vida ya no es gris, ha vuelto la luz.
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